viernes, 14 de noviembre de 2014

Hablando de... FISHERMAN COTTAGE

Esta casa nace de la renovación de una pequeña cabaña de pescadores en Dinamarca, al norte de Copenague. En ella viven una periodista y escritora con su hijo y me ha encantado por cómo ha usado en los interiores la gama de colores tierra y neutros sin dejar de crear un ambiente cálido, ¿no os parece? ¡Que disfrutéis de vuestro fin de semana!
















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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Hablando de... Tic Tac

Y me he hecho mayor en todos los sentidos, he madurado de varias formas, pero a la vez soy más joven que nunca. Madurar no significa envejecer, todo lo contrario. La última novela que he leído me ha hecho reflexionar. La historia quizá no es de las más cautivadoras, pero hay fragmentos del libro que me han hecho pensar.
“[...] tú estás viviendo ahora, justo ahora, una chispa de luz y de casualidad entre la nada. Un privilegio. [...] Por qué tanto derroche de vida con la gente. Con todas esas personas que ni siquiera saben que están vivos. Cuando yo podría hacer tan buen uso de todos esos años que otros malgastan.” (Bella y oscura, Rosa Montero)
Completamente de acuerdo con este fragmento. Si pudiese, me quedaría con el tiempo de la gente que está viva, pero que no lo sabe, que desaprovecha el privilegio de la vida y deja que los años pasen sin pena ni gloria. Yo sí que utilizaría esos años de vida y los exprimiría al máximo.
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Si lo miras con melancolía verás que el tiempo vuela, se escabulle por todas partes, sin que tú te des cuenta siquiera. Sí, amigos, el verano ha pasado. Podemos pensar en él y en lo que nos hizo vivir, pero hay que dejarlo atrás y no echar de menos constantemente las sensaciones que nos produjo.
Soy cambiante, desequilibrada. Hace tan solo unos días no me salía escribir, me tenía que forzar a hacerlo porque estaba desganada y ahora, como bien dije en su momento, me da la sensación de que escribir es lo único que me salvará de todo, del dolor y de la tristeza, de la pena y de la maldad. Escribir alivia. De todos modos, considero que cada vez lo hago de manera más desordenada. Tengo tantas ganas de plasmar todo lo que siento y lo que pienso y tengo tan mala memoria que me acuerdo de cosas en el momento que no tocaba y tengo que volver atrás, introducir ideas en lugares donde no encajan…
Ahora tengo ganas de comerme el mundo, ya estoy pensando en el próximo viaje que haré, en mi próxima vivencia en otro lugar, no tiene por qué ser en otro país (aunque es preferible). Una amiga me preguntó el otro día si el verano que viene tenía planes de viajar o nos podríamos ver en el pueblo. Mi respuesta fue instantánea: “Tengo planes de viajar.” Sinceramente, no sé lo que haré. Falta casi un año para el verano que viene, para qué pensar en ello. Quizá viajaré, pero quizá también nos veamos en el pueblo. Una cosa no excluye a la otra. A lo mejor estaré en Australia (es uno de los viajes que me gustaría hacer), Londres, en Estados Unidos, haciendo autostop hasta llegar a Pamplona o a Bilbao o en el Himalaya de voluntaria con el amor de mi vida.
Sí, estamos en invierno… Todos los blogs que leo hablan del inicio de las navidades y de la llegada del nuevo año, así como de la llegada de más rutina, de obligaciones y de madrugar. 
¡Qué más da! ¿Acaso la estación del año es la que rige nuestro nivel de diversión, de espontaneidad, de felicidad? ¿Nuestras ganas de viajar, vivir, conocer, aprender? Como ya he dicho, tengo ganas de comerme el mundo y estoy convencida de que nadie me va a parar. Voy a viajar y para hacerlo no tiene por qué ser verano. Porque, ¿qué es el tiempo? No es nada, son unas normas que nosotros, los seres humanos, hemos querido establecer. Somos tan cerrados de mente, nada se puede escapar a nuestra comprensión, todo debe seguir unas reglas. El tiempo es abstracto; no son segundos ni minutos, son momentos.
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lunes, 10 de noviembre de 2014

Hablando de... Amor de verano

No os hagáis los duros, todos los hemos tenido, todos los hemos padecido. Ahora pueden ser algo más o no ser nada. Te preguntarás que estarán haciendo ahora, cómo les va o, mucho mejor, los tendrás sentados a tu lado. Cuántos años han pasado o cuántos meses. Puede ser tu mejor amigo, tu novio, tu mujer, una extraña. Quiénes son ahora, ¿se acordarán de ti?
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No son el amor de tu vida. Por lo menos, no esos tres primeros meses en los que, a la bajada de temperaturas, el termómetro marca que la aventura llega a su fin. Sin embargo, nota importante, no pasa nada. Porque esa persona te ha hecho muy feliz, habéis compartido momentos imborrables y tenéis muchas anécdotas que contar a los amigos asique, por favor, cuando leas estas palabras sonríe un poco, navega entre tus recuerdos y agradece que por algún insólito deseo del destino, él o ella se tropezó en tu camino e hizo que las horas de calor fueran más llevaderas.
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Cuando lo conoces, la verdad que es extraordinario, suele ser inesperado, y haces todo lo posible por que salga bien si él o ella se lo merecen. Sabes que vuestro tiempo juntos es limitado, y no te importa. Porque eres optimista: hablaréis por whatsapp, quizás messenger en su momento, haréis skype, os enviaréis cartas o señales de humo, pero nada ni nadie podrá separaros. Sin embargo, y mientras haces la maletas si eres tú el que te vas, te lo continúas repitiendo una y otra vez.  Una parte de ti no acaba de creérselo y, cuando las deshaces en tu casa, te das con la realidad de bruces, y esas pequeñas dudas campan a sus anchas por tu conciencia. Crecen, se desarrollan, pero no mueren. Cuando quieres darte cuenta, la rutina diaria te ha absorbido por completo, y ya no escribes corazones en tu diario (lo habéis hecho).
Por regla general, los amores de verano viven muy lejos. No importa cuántos kilómetros haya, pero volver a veros con la misma frecuencia que antes es prácticamente imposible. Y si por algún extraño motivo lo fuera, algo sucedería para que eso no fuera posible: se iría de Erasmus, sus padres se mudarían de ciudad, se metería en alguna secta, o cualquier otro motivo que te desquicia, y maldices tu mala suerte. Pero es un amor de verano, y  no hay nada que hacer contra eso.
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Sin embargo, no todo son malas noticias. Os volveréis a ver, y estará de vuestra mano que volváis a repetir la misma historia, a disfrutarla o a sufrirla, porque también hay momentos malos. Algún día, si realmente lo queréis, el amor de verano se quitará la camiseta de tirantes y se pondrá un jersey de lana. Y aunque esta metáfora sea una bazofia, ya me entendéis, el que quiere puede. O tal vez el vuelva con novia y ella se haya hecho emo, o tal vez él no vuelva y a ella no le importe, pero todo eso dependerá de vosotros.
Por el momento, lo que os queda es tomarlo con humor, no cerrarse a otras personas pues los meses de espera son largos, las oportunidades se esfuman en nuestras manos y las cosas deben ser claras por ambas partes. Y con ser claras, no me refiero a las palabras, pues los hechos están muy infravalorados. Quédate con los buenos momentos, que probablemente no llegues nunca a olvidar, que te enseñaron tanto. Quédate con los paseos por la playa, las tardes en la piscina, los juegos en la plaza, las cañas en el bar o las risas en la cama. Porque los amores de verano te preparan para los de verdad, y ante eso sólo se puede estar agradecido.
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Y si, mientras leías esto has pensado en alguien, qué te cuesta un cómo estás, probablemente se pregunte lo mismo.


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viernes, 7 de noviembre de 2014

Hablando de... WALLS OF GLASS

Esta maravillosa casa en Suecia fue diseñada por sus inquilinos. Gracias al paisaje tan increíble que la rodea han sustituido las paredes por cristal allí donde ha sido posible, un lugar de ensueño para disfrutar de las vacaciones, ¿no os parece? ¡Feliz fin de semana! ,-)















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jueves, 6 de noviembre de 2014

Hablando de... ACOSO ESCOLAR: UN PROBLEMA REAL Y ACTUAL.


El ser humano es cruel por naturaleza. Frente a las opiniones varias acerca de cómo se acabará la raza humana, la destrucción de los unos a los otros parece una opción de bastante peso.
Sin embargo, existe una etapa en nuestras vidas en las que aún somos inocentes, libres de prejuicios o, al menos, incapaz de comprendernos. Libres de las expectativas, de las presiones sociales, políticas o económicas más allá de lo que podemos entender a través de nuestros padres o las personas más cercanas. Y, sin embargo, la infancia y la (pre) adolescencia es una de las etapas en las que más niños sufren los maltratos de lo demás. Es eso a lo que ahora muchos llaman “bullying”, como si decirlo en inglés fuera sonar mejor.
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El acoso escolar es un tema actual, que podemos observar tanto en los colegios como en los institutos, incluso en la universidad o en nuestra vida laboral, aunque en esos ámbitos habría que tener en cuenta otros factores.
A lo largo de nuestra infancia es prácticamente imposible que no nos hayamos situado frente al problema en la piel de: el acosado, el acosador, o el cómplice. Y con este último, me refiero a todos aquellos que hacen corrillo, que piensan que tiene un mínimo de gracia o, al menos, suerte por no ser tú, aquellos que no se acercan a la víctima por miedo a que se le relacione con ella, que no separan, que no hablan con el acosador u otra persona responsable. Las buenas decisiones están al otro lado del miedo, y la unión hace la fuerza. Porque todos lo sabemos, es algo que afectará a nuestras vidas para siempre, a nuestro carácter, nuestra forma de afrontar los problemas o de conciliar el sueño por las noches. El problema es que esto último lo sufre más el acosado.
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Tras mis experiencias con niños e historias reales, puedo afirmar que todos estamos dejando mucho que desear. Esos profesores que hacen oídos sordos a las quejas de unos padres cuyo hijo no quiere ir al colegio porque tiene miedo. Esos profesores que no quieren meterse en asuntos turbios por su propio miedo a hacerse objetivo de la mofa. Profesores que no saben cómo actuar cuando se encuentran con este tipo de enfrentamientos y piensan que un abrazo entre las dos partes va a solucionarlo. Padres que son incapaces de ver el sufrimiento de sus hijos e hijos que, ante la carencia afectiva de sus padres buscan llamar la atención de cualquier modo. Hijos que buscan ganarse el respeto de sus compañeros a base de puñetazos, y padres que defienden a fuego a sus hijos sin saber que éstos están haciendo la vida imposible a otros. Padres que lo saben, y no les importa. Padres que lo saben, y aun así defienden a sus hijos. Así sólo están perjudicándolos.
Niños tímidos, con problemas de expresión, psicológicos, afectivos, incapaces de socializarse.
El acoso escolar va más allá de las puertas del colegio, comienza con unas malas palabras, pasa a las manos, a buscar a las víctimas a sus casas, a jugar con sus objetos personales, y ahora la gran ventaja de Internet. Fotos indeseables, videos, comentarios en redes sociales que hieren la sensibilidad de cualquier persona. Cuando el problema comienza a hacerse grande, cuando son los propios padres los que no viven porque no pueden ayudar a sus hijos. Cuando el niño o la niña no quieren comer, no quieren jugar, se encierran en su habitación. Cuando niños de 14 años están deprimidos, no salen a la calle, no tienen amigos. Cuando no quieren ir al colegio, no quieren hablar, viven con miedo y viven sin ganas. Cuando un niño se tira por un acantilado porque no puede continuar con ese modo de vida, su desesperación debería rompernos el corazón.
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El acoso escolar es un problema real y actual, y hay que afrontarlo, te encuentres en el lugar que te encuentres. Habla con tu hijo, con tu alumno, compréndelo y ayúdalo. Si lo has sufrido o has colaborado, piénsalo, tolerancia cero.

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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Hablando de... S m : ) e

Hoy prefiero hablar de lo imposible porque de lo posible se sabe demasiado,de las veces que tocas el cielo y fíjate que se ve alto,pero hay sensaciones que no tienen nada que envidiar, nunca me imagine que estando a pocos kilómetros de mi hogar me haría darle un giro de 365 grados a mis pensamientos,reinando por fin la positividad,porque siempre es mejor ver el mundo a través de una sonrisa.

Hoy mientras trabajaba,un chico con unas ojeras de espanto y con cara de pocos amigos se ha acercado a mi,y chapurreando un poco de inglés me ha soltado algo que difícilmente podré olvidar :” verte sonreír en mitad del caos de una ciudad como Madrid es algo tan contagioso que llega a enamorar”
Y lo mire fijamente mientras soltaba algunas carcajadas, y ocurrió, como sí de un espejo se tratase,ese chico sonrió con la misma fuerza que yo. Por lo visto las cosas imposibles son las únicas posibles de contagiar. Sweet Dreams y no lo olvidéis,una sonrisas vale más que cien miradas y unas cuantas de miles de palabras.





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martes, 4 de noviembre de 2014

Hablando de... Te echo de menos.

Sabéis esos días, en los que la lluvia golpea tus ventanas y el viento las sacude tan fuerte que parece que fuera a llevárselas con él. Esos días en los que el invierno ha conquistado las calles y tú lo observas desde tu ventana, como si aquí dentro nada malo pudiera ocurrir. Pues bien, esos días, en los que estás fuera de casa y te asalta la melancolía. 
Echo de menos aquellas tardes en una terraza cualquiera de un bar cualquiera, todos bien abrigados, con la bufanda al cuello. Es tan suave. Y miras al cielo, el sol te da en la cara, y te quedas así durante un instante para disfrutar de su calor. Con tus amigos de fondo riendo y charlando.
Echo de menos encontrármelos a todos, rodeando la mesa del salón. Con un chocolate entre las manos y todo el día por delante para no hacer absolutamente nada además que hablar y hablar. Hasta que nos quedemos en silencio. Aunque…eso nunca pasa.
Echo de menos los domingos de sofá y manta. En los que no pides nada más que eso, tranquilidad. Y de fondo, esta vez, el sonido de la televisión, una película un tanto absurda pero cómica, que te vale para pasar la tarde en compañía de tu familia. Y te sientes realmente en casa.
Y echo de menos el reflejo del espejo, con mis amigas buscando un pequeño hueco para darse los últimos retoques. Echo de menos correr hacia el bus un día de lluvia, y el sabor de la victoria al lograr subir apenas unos segundos antes de que se cerrara la puerta. Echo de menos volver a casa con los tacones en la mano y un camino que parece interminable pero que con buena compañía no lo es tanto. Echo de menos las cenas familiares alrededor de la mesa de madera, en los que dedicas un momento a observar a los demás y sus caras de felicidad comiendo y conversando con el resto te sacan una sonrisa. Echo de menos volver a clase los lunes y gritar un “buenos días” a todos para que te miren como si estuvieras loca. Echo de menos los jueves por la noche, sea cual sea el plan. Echo de menos observar el acueducto imponente, callejear hasta llegar a la Peregrina, o las tardes de largas caminatas por el Paseo Zorrilla.
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Y te echo de menos a ti. Que haces que los días en los que la lluvia golpea tus ventanas y el viento las sacude tan fuerte que parece que fuera a llevárselas con él, el invierno sea más primavera.


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lunes, 3 de noviembre de 2014

Hablando de.... Al amor de vuestra vida.

Al amor de vuestra vida.

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Por todas esas veces que se te olvidó darle los buenos días, por las veces que discutisteis porque vio el wassapp y no os contestó, y por todas esas veces en las que las “buenas noches” fueron una manera de zanjar la conversación.
Este mensaje es por todos esos años en los que hemos vivido engañados. Pensando que nuestro príncipe azul (o princesa rosa, me imagino) iba a plantarse delante de nuestra puerta. Puto Disney. Porque nadie nos dijo que las cosas iban a ser un poquito más complicadas que en las películas. Que para conquistarte no van a enviarte doce ramos de doce rosas, y que tampoco iba a ser necesario.
Por toda esa gente que te ha aconsejado con quien puedes y con quien no puedes estar. Por todos esos consejos que, buenos o malos, has dejado atrás. Porque, al final, uno no puede evitar volver a llamarla. Aunque tú le dirías lo mismo a tu amiga, porque tu amigo se está arrastrando y ella se está riendo de él, porque él ha estado con demasiadas y lo saben todos menos tú. Por ese tipo de ocasiones, en las que las cosas se te van de las manos, por las que contestas en caliente y en frío no sabes cómo olvidarlas.
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Por esas tardes de película y manta que valen más que cien viajes por el mundo. Porque hay mil maneras de arreglarte el día y se las conoce todas. No sabes cómo, pero lo hace. Y tampoco conoce nadie mejor que esa persona, como amargarte el día, la semana, o el año. Pero no la vida, porque eso sólo lo sabes tú.
Siempre nos lo decimos, acabarás con quien menos te lo esperes. Mucho mejor, las cosas planeadas suelen salir mal. Mejor darse a la improvisación.
 Pensar tanto para unas cosas y tan poco para otras. Y no sabes cómo pero siempre se te ocurre la mejor respuesta cuando lo piensas en casa un par de horas después. Cuántas veces te has callado, o has hablado demasiado. Cuántas veces te ha podido el orgullo. Ay, el orgullo. Cuántas veces sientes que diste demasiado y recibiste tan poco, o al revés. Qué facilidad para rendirse. Muchos dicen que los tiempos que corren son los peores para el amor. Que ya no se saca a bailar. No lo creo, porque estoy segura que más de una ha llorado con esas proposiciones tan bonitas que hay en Youtube. Porque no hace falta un velero en medio del Mediterráneo con fuegos artificiales. Y nunca he bailado muy bien.
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Y porque cada uno demuestra las cosas a su manera, cara a cara o con iconos del móvil. Pero lo que está claro, es que muchas veces no se demuestra nada, y por eso mientras has leído esto has pensado en alguien.
Os habéis equivocado de amor de vuestra vida muchas veces. Y eso está bien.


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