miércoles, 12 de noviembre de 2014

Hablando de... Tic Tac

Y me he hecho mayor en todos los sentidos, he madurado de varias formas, pero a la vez soy más joven que nunca. Madurar no significa envejecer, todo lo contrario. La última novela que he leído me ha hecho reflexionar. La historia quizá no es de las más cautivadoras, pero hay fragmentos del libro que me han hecho pensar.
“[...] tú estás viviendo ahora, justo ahora, una chispa de luz y de casualidad entre la nada. Un privilegio. [...] Por qué tanto derroche de vida con la gente. Con todas esas personas que ni siquiera saben que están vivos. Cuando yo podría hacer tan buen uso de todos esos años que otros malgastan.” (Bella y oscura, Rosa Montero)
Completamente de acuerdo con este fragmento. Si pudiese, me quedaría con el tiempo de la gente que está viva, pero que no lo sabe, que desaprovecha el privilegio de la vida y deja que los años pasen sin pena ni gloria. Yo sí que utilizaría esos años de vida y los exprimiría al máximo.
time
Si lo miras con melancolía verás que el tiempo vuela, se escabulle por todas partes, sin que tú te des cuenta siquiera. Sí, amigos, el verano ha pasado. Podemos pensar en él y en lo que nos hizo vivir, pero hay que dejarlo atrás y no echar de menos constantemente las sensaciones que nos produjo.
Soy cambiante, desequilibrada. Hace tan solo unos días no me salía escribir, me tenía que forzar a hacerlo porque estaba desganada y ahora, como bien dije en su momento, me da la sensación de que escribir es lo único que me salvará de todo, del dolor y de la tristeza, de la pena y de la maldad. Escribir alivia. De todos modos, considero que cada vez lo hago de manera más desordenada. Tengo tantas ganas de plasmar todo lo que siento y lo que pienso y tengo tan mala memoria que me acuerdo de cosas en el momento que no tocaba y tengo que volver atrás, introducir ideas en lugares donde no encajan…
Ahora tengo ganas de comerme el mundo, ya estoy pensando en el próximo viaje que haré, en mi próxima vivencia en otro lugar, no tiene por qué ser en otro país (aunque es preferible). Una amiga me preguntó el otro día si el verano que viene tenía planes de viajar o nos podríamos ver en el pueblo. Mi respuesta fue instantánea: “Tengo planes de viajar.” Sinceramente, no sé lo que haré. Falta casi un año para el verano que viene, para qué pensar en ello. Quizá viajaré, pero quizá también nos veamos en el pueblo. Una cosa no excluye a la otra. A lo mejor estaré en Australia (es uno de los viajes que me gustaría hacer), Londres, en Estados Unidos, haciendo autostop hasta llegar a Pamplona o a Bilbao o en el Himalaya de voluntaria con el amor de mi vida.
Sí, estamos en invierno… Todos los blogs que leo hablan del inicio de las navidades y de la llegada del nuevo año, así como de la llegada de más rutina, de obligaciones y de madrugar. 
¡Qué más da! ¿Acaso la estación del año es la que rige nuestro nivel de diversión, de espontaneidad, de felicidad? ¿Nuestras ganas de viajar, vivir, conocer, aprender? Como ya he dicho, tengo ganas de comerme el mundo y estoy convencida de que nadie me va a parar. Voy a viajar y para hacerlo no tiene por qué ser verano. Porque, ¿qué es el tiempo? No es nada, son unas normas que nosotros, los seres humanos, hemos querido establecer. Somos tan cerrados de mente, nada se puede escapar a nuestra comprensión, todo debe seguir unas reglas. El tiempo es abstracto; no son segundos ni minutos, son momentos.
reloj

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