No os hagáis los duros, todos los hemos tenido, todos los hemos padecido. Ahora pueden ser algo más o no ser nada. Te preguntarás que estarán haciendo ahora, cómo les va o, mucho mejor, los tendrás sentados a tu lado. Cuántos años han pasado o cuántos meses. Puede ser tu mejor amigo, tu novio, tu mujer, una extraña. Quiénes son ahora, ¿se acordarán de ti?

No son el amor de tu vida. Por lo menos, no esos tres primeros meses en los que, a la bajada de temperaturas, el termómetro marca que la aventura llega a su fin. Sin embargo, nota importante, no pasa nada. Porque esa persona te ha hecho muy feliz, habéis compartido momentos imborrables y tenéis muchas anécdotas que contar a los amigos asique, por favor, cuando leas estas palabras sonríe un poco, navega entre tus recuerdos y agradece que por algún insólito deseo del destino, él o ella se tropezó en tu camino e hizo que las horas de calor fueran más llevaderas.
Cuando lo conoces, la verdad que es extraordinario, suele ser inesperado, y haces todo lo posible por que salga bien si él o ella se lo merecen. Sabes que vuestro tiempo juntos es limitado, y no te importa. Porque eres optimista: hablaréis por whatsapp, quizás messenger en su momento, haréis skype, os enviaréis cartas o señales de humo, pero nada ni nadie podrá separaros. Sin embargo, y mientras haces la maletas si eres tú el que te vas, te lo continúas repitiendo una y otra vez. Una parte de ti no acaba de creérselo y, cuando las deshaces en tu casa, te das con la realidad de bruces, y esas pequeñas dudas campan a sus anchas por tu conciencia. Crecen, se desarrollan, pero no mueren. Cuando quieres darte cuenta, la rutina diaria te ha absorbido por completo, y ya no escribes corazones en tu diario (lo habéis hecho).
Por regla general, los amores de verano viven muy lejos. No importa cuántos kilómetros haya, pero volver a veros con la misma frecuencia que antes es prácticamente imposible. Y si por algún extraño motivo lo fuera, algo sucedería para que eso no fuera posible: se iría de Erasmus, sus padres se mudarían de ciudad, se metería en alguna secta, o cualquier otro motivo que te desquicia, y maldices tu mala suerte. Pero es un amor de verano, y no hay nada que hacer contra eso.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Os volveréis a ver, y estará de vuestra mano que volváis a repetir la misma historia, a disfrutarla o a sufrirla, porque también hay momentos malos. Algún día, si realmente lo queréis, el amor de verano se quitará la camiseta de tirantes y se pondrá un jersey de lana. Y aunque esta metáfora sea una bazofia, ya me entendéis, el que quiere puede. O tal vez el vuelva con novia y ella se haya hecho emo, o tal vez él no vuelva y a ella no le importe, pero todo eso dependerá de vosotros.
Por el momento, lo que os queda es tomarlo con humor, no cerrarse a otras personas pues los meses de espera son largos, las oportunidades se esfuman en nuestras manos y las cosas deben ser claras por ambas partes. Y con ser claras, no me refiero a las palabras, pues los hechos están muy infravalorados. Quédate con los buenos momentos, que probablemente no llegues nunca a olvidar, que te enseñaron tanto. Quédate con los paseos por la playa, las tardes en la piscina, los juegos en la plaza, las cañas en el bar o las risas en la cama. Porque los amores de verano te preparan para los de verdad, y ante eso sólo se puede estar agradecido.

Y si, mientras leías esto has pensado en alguien, qué te cuesta un cómo estás, probablemente se pregunte lo mismo.
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