viernes, 19 de septiembre de 2014

Hablando de... Coltan



«A la vista de que el Gobierno de los EE.UU. piensa retirarse de Irak dejando tras de sí un rastro de muerte y destrucción, hemos decidido que la empresa culpable -la Dall&Houston, de la que ustedes son los principales dirigentes y accionistas- reintegre los beneficios que ha obtenido de tan bárbara agresión. No es posible resucitar a los muertos, pero sí lo es reparar en parte los daños. Por ello, exigimos que devuelvan dichos beneficios, que hemos calculado en torno a los cien mil millones de dólares. De no aceptar nuestra justa demanda, cada dos semanas uno de ustedes será ejecutado; no importa lo que aleguen, dónde se oculten o cómo intenten protegerse. El dinero sucio de sangre, con sangre se limpia. Firmado: Aarohum Al Rashid.»



Una tarde de domingo, después de 4 horas en el trabajo sin saber que hacer ya y ni siquiera de que hablar más, un compañero me comentó que había empezado a leerse un libro que era muy duro. Muy duro porque la sociedad no es conocedora de este tema. Ese libro se llamaba Coltan, el autor es Alberto Vazquez-Figueroa. Me comentó un poco por encima lo que él llevaba leído y me llamó mucho la atención por lo que al día siguiente lo compré. 



Es un libro de apenas 300 páginas, muy fáciles de leer pero duros de asimilar. El Coltan es un mineral muy escaso que sólo se encuentra en unas cuantas zonas de nuestro planeta, como Tailandía, Brasil, Australia y África Central (la gran mayoría en el República del Congo). 

Es un componente fundamental de gran cantidad de aparatos e instrumentos de las llamadas "nuevas tecnologías", como los móviles, pantallas de plasma, los GPS, videoconsolas, móviles, cámaras de fotos, etc. 


En minas en las que, en condiciones de esclavitud y por unos míseros dólares al día, trabajan miles de personas, incluidos niños, y cuanto más pequeños mejor, ya que son más flexibles y pueden entrar por las galerías más pequeñas de la mina. 
Muchos de esos esclavos mueren al día en esas minas, por derrumbamientos en algunas de sus galerías a consecuencia de la poca prevención y el poco interés y estudio por una explotación segura. Galería que cae, ellos la tapan y dejan allí los cadáveres sin importarles más nada. 



El problema básico del coltán es que el Congo se halla sumido desde hace años en una guerra que no parece tener fin en la que han muerto ya más de tres millones de personas. Las distintas facciones guerrilleras, confundidas en un mar de siglas, se financian a menudo con dinero surgido de la minería del país, uno de los más ricos del mundo en recursos naturales. El oro, los diamantes… y el coltán abundan en el Congo, un país donde la vida se cotiza bajo mínimos. La palabra paz no existe allí, y los intereses por el coltán no son ajenos a este panorama en el que los derechos humanos son pisoteados día a día.

El Centro de Estudio Internacional del Tantalio-Niobio, radicado en Bélgica (un país que jugó un papel determinante en el caos que ahora vive el Congo), recomienda a los compradores internacionales que rechacen el coltán congoleño por motivos éticos, pero la demanda no cesa y la ignominia sigue.



Son incontables las veces en que se ha denunciado la explotación a que se somete a los mineros del Coltan. Las condiciones de trabajo en esta región dominada por la violencia son muy duras y peligrosas, con jornadas que pueden superar las 15 horas, y las galerías subterráneas son sumamente inestables, sobre todo en época de lluvias. Por todo ello muchos de los mineros son desplazados sin otro modo de vivir. El horror que narró Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas sobrevive hoy en las minas del maldito coltán, y Vazquez-Figueroa también ha plasmado en su libro.



Leonardo Da Vinci, y su profecía oculta. 

En uno de los cuadernos de notas de Leonardo se puedo observar de manera clara y concisa lo siguiente:


"Se verán sobre la tierra seres que siempre están luchando unos contra otros con grandes pérdidas y frecuentes muertes en ambos bandos. Su malicia no tendrá límite. Con su fortaleza corporal derribarán los árboles de las selvas inmensas del mundo. Cuando se sientan hartos de alimentos, su acción de gracias consistirá en repartir muerte, la aflicción, el sufrimiento, el terror y el destierro a toda criatura viviente. Su ilimitado orgullo les llevará a desear encumbrarse hasta el cielo, pero el excesivo peso de sus miembros les mantendrá aquí abajo. Nada de lo que existe sobre la tierra, debajo de ella o en las aguas quedará sin ser perseguido, molestado y estropeado, y lo que existe en un país será traspasado a otro. Sus cuerpos se convertirán en tumbas de todos los seres que ellos mismos han matado."


Ciertamente nadie hasta ahora había puesto atención a ese mensaje oculto entre sus cuadernos, a esa claridad en la que nos advierte sobre nuestra mala gestión, nuestro ímpetu arrasador, nuestro espíritu destructor. En otra de sus hojas escritas nos dice:


"Los metales saldrán de oscuras y lóbregas cavernas y pondrán a la raza humana en un estado de gran ansiedad, peligro y confusión.......¡Qué monstruosidad! ¡Cuánto mejor sería para los hombres que los metales volvieran a sus cavernas!. Con ellos, las inmensas selvas serán arrasadas de sus árboles y por su causa perderán la vida infinito número de animales” .



Mientras todo esto sucede en el corazón de África, en el mundo desarrollado parece que no se tiene en cuenta algo tan fundamental como esto: muchos de los ingenios de nuevas tecnologías se basan en recursos muy escasos como el Coltan y otros minerales y elementos raros. 



¿Hasta dónde puede consumirlos la sociedad del despilfarro?



De seguir el consumo al ritmo actual no habrá suficiente Coltan, ni litio, ni bastantes "tierras raras" para atender la demanda de nuevas tecnologías, y algunos tendrían muy difícil a estas alturas prescindir de ellas. 

Ha salido ya, la segunda parte de este libro que os recomiendo a tod@s. Se llama, Kalashnikov, y cuando me lo lea os lo contaré. 



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